PRIMER MOMENTO

Una cena para dos podría tener como vino protagonista a uno blanco, que invite a nuestros sentidos a sorprenderse a cada paso, con lágrimas que calladamente se dibujan en las paredes de la copa. Que en la nariz nos cautive con atractivos aromas a frutos secos, pan tostado y vainilla y que en boca se revele seco, redondo, delicado, penetrante, con buena evolución.

Un vino con estas características podrá acompañar un risotto de mascarpone y hacer de la romántica velada una experiencia inolvidable.

SEGUNDO MOMENTO

Para una noche invernal, donde el frío obliga a reuniones frente a una chimenea, una acertada elección será, sin duda, un vino tinto. Uno de llamativos tonos rojos púrpuras, con cuerpo, de buena intensidad aromática y que en boca sea capaz de acompañar un suculento plato de cordero braseado con papines andinos.

Los finales, si son dulces, mucho mejor. Una buena oportunidad para pensar en un vino dulce, apropiado para acompañar tanto pasteles como quesos.

TERCER MOMENTO

Para una comida al aire libre, como es el típico asado argentino, la bienvenida la puede dar un vino tinto fresco, joven, fácil de beber. Este ritual comienza con la carne en la parrilla y con inevitables brindis que se sucederán mientras los comensales aguardan con entusiasmo el irresistible plato. Son buena compañía las hortalizas asadas entre charlas amigables.

Una vez que la carne está lista, será buena decisión optar por un vino de gran expresión aromática, con tentadora fruta en boca, jugoso, potente, con taninos corpulentos, final largo y elegante.

Una sugerencia: Cinco Sentidos Malbec 2006 para comenzar este clásico encuentro argentino. Para el segundo vino recomendamos un imponente blend, Cinco Sentidos Gran Reserva 2005.


@